A los
caballeros y sus caballerías.
Hombres de
alma noble,
Y de
valiente corazón,
Que
irradian gloria y justicia
A través de
su armazón.
Caballeros
de tiempos lejanos,
Cuya meta
era alcanzar el honor,
La honradez
y la dignidad,
A través de
sus actos de valor
Hombres de
agallas,
Que luchan
por el bien,
De los
pueblos que les dieron cuna
Y de los
que los recibieron también.
Capaces de
enfrentar dragones,
Por el amor
de sus doncellas.
Y de ir de
lugar en lugar,
Dejando sus
propias huellas.
A ti, Don Quijote.
Caballero de armadura de cartón,
Don de título no otorgado,
En la media de tu travesía,
Mira cómo te has tornado.
Caballero de gentil semblante,
Tú, que perdiste tu cordura entre párrafos.
Que creaste tu propia realidad,
A través de unos relatos.
Emprendiste tu aventura,
Junto con tu fiel escudero,
Imitando a todos los valientes y
literarios caballeros.
Fuiste de escenario en escenario,
Ayudando al
indefenso
Enfrentando al injusto,
Y defendiendo tu heroico ascenso.
Estabas tan inspirado,
Pero tan fuera de tiempo y lugar
Que los pueblerinos no tuvieron más remedio
Que tu condición juzgar.
Que valentía la tuya,
a diferencia de la de tu ayudante,
Su razón implicaba cordura,
Y la tuya se veía delirante.
Llevado por tu fiel caballo,
Te enfrentaste a la aventura,
Dejándote llevar,
Por tu falta de cordura.
Defendiste un amor de cuento,
Que nadie más veía,
Pero, oh, tú como amabas
A tu doncella de fantasía.
Te enfrentaste a gigantes de brisa,
Y a traidores de poca gallardía,
Que ansias de ver,
Lo que te deparará tu travesía.
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